Meu correspondente do Rio de Janeiro acaba de enviar-me um artigo de Fernando Del Corro, sobre a histórica crucificação de cristãos na Colina Nishizaka, nos arredores de Nagasaki, no dia 05 de fevereiro de 1597...
Nagasaki? O artefato atômico que os gringos lançaram lá, uns 348 anos depois, teria alguma coisa a ver? Teria sido um tardio ajuste de contas? Uma espécie de vingança dos capuchinhos das paróquias de Walt Street e da Nova Jeruzalém? O que teria pensado dessas duas barbaridades e desse oceano de iniquidades o Deus dos shintoístas e o Deus dos cristãos? O Deus do Sushi e o Deus dos Canelones? Enfim, sem estar com uma garrafa de vinho nas tripas e sem estar internado numa enfermaria de hospício, quem é que ainda duvida de que somos uma espécie que não deu certo e que fracassou em todas as frentes... Povera gente!
"Habían pasado más de mil quinientos años desde que en el marco de las persecuciones a los primeros cristianos se apelase a las crucifixiones cuando el 5 de febrero de 1597, hacen 424 años, el emperador japonés Toyotomi Hideyoshi, el unificador de ese país, en el marco de una persecución religiosa destinada a ganarse la simpatía de los sintoístas y a evitar la intromisión de extranjeros en los asuntos internos del país, hizo crucificar a veintiséis cristianos en la colina Nishizaka, en las cercanías de Nagasaki, ciudad que tres siglos y medio después fuera víctima de un bombardeo atómico por parte de los Estados Unidos de América durante la Segunda Guerra Mundial.
La crucifixión alcanzó a sacerdotes y laicos; jesuitas, franciscanos y hermanos menores descalzos. El más conocido de ellos era el jesuita japonés Paulo Miki. Entre los extranjeros estuvieron los españoles Pedro Bautista Blázquez, Martín de la Ascensión, Francisco Blanco y Francisco Andrade Arco; el mexicano Felipe de las Casas, y el indio Gonzalo García, todos ellos religiosos y miembros de los Hermanos Menores Descalzos. Además de ellos los restantes eran japoneses. Al igual que Miki eran religiosos jesuitas Juan de Gotó y Diego Kisai, y franciscanos laicos Paulo Suzuki, Gabriel (ex militar, sin apellido conocido), Juan Kinuya, Tomás Dangui, Francisco de Ise, Doctor Francisco (llamado de esa manera porque era médico), Joaquín Sakakibara (cocinero), Buenaventura (sin más datos), León Karasuma, Paulo Ibaraki, Matías de Meako, Antonio (sin más datos), Luis Ibaraki, Miguel Kozaki, Tomás Kozaki, Pedro Sukeshiró y Cosme Takeya.
En 1627, treinta años más tarde, fueron beatificados 23 de ellos y en 1629 los tres restantes, los jesuitas. El 10 de junio de 1862 todos fueron canonizados por el papa Pío IX. Son actualmente venerados por las iglesias anglicana, católica y luterana. El más recordado de ellos es el jesuita San Pablo Miki y cabe señalar que si bien con posterioridad a ese masivo asesinato prosiguieron las persecuciones cuando dos siglos y medio más tarde llegaron al Japón nuevos predicadores se encontraron con una cantidad de cristianos que había sobrevivido manteniendo oculta esa condición fuera del restringido ámbito de sus familias y de otros practicantes de esa religión.
El proceso de introducción del cristianismo en el Japón se había iniciado el 15 de agosto de 1549 cuando los sacerdotes jesuitas Juan Fernández, Cosme de Torre y Francisco Javier llegaran a Kagoshima. El último de ellos el 29 de septiembre de ese año visitó a Shimazu Takahisa, el daimio de Kagoshima quién le otorgó el permiso para llevar adelante su misión. Takahisa aspiraba a desarrollar una relación comercial con Europa y pensó que esa amplitud religiosa podía favorecer su proyecto. Con igual criterio la misión jesuita fue respaldada por Oda Nobunaga, el principal daimio del país, quién también quería relacionarse comercialmente con España y Portugal, además de disminuir el poder local de los grupos budistas.
Por todo ello Oda Nobunaga fue asesinado tras lo cual asumió el poder Toyotomi Hideyoshi quién no quería extranjeros influyentes en el país y así, en 1587, prohibió el cristianismo en el Japón y ordenó la expulsión de los jesuitas misioneros. A partir de entonces se inició una prolongada represión que tuvo su punto culminante con la condena a muerte y crucifixión de los mencionados veintiséis ante una multitud que vio como se los mataba a lanzazos y se los subía a unas cruces. Lo que sucediera entonces fue relatado por el jesuita Diego R. Yuki en su libro “The Martyr’s Hill Nagasaki”, publicado el primero de enero de 1993.
Se señala allí que una cantidad de cristianos españoles, japoneses y portugueses, consumado el hecho, rompieron el cordón militar corrieron hacia las cruces, mojaron sus ropas con sangre de las víctimas y se llevaron pedazos de sus hábitos y sus kimonos por lo que fueron duramente reprimidos. Desde entonces, y por algún tiempo, muchos iban a rezar al lugar hasta que en 1598, con la autorización de Toyotomi Hideyoshi, un representante de las autoridades coloniales españolas de Filipinas recogió los restos quedando las fosas vacías. Décadas más tarde, entre 1613 y 1637, se profundizó nuevamente la persecución mientras la religión católica continuaba prohibida.
El 10 de junio de 1962, al cumplirse cien años desde la canonización de los mártires, el alcalde de Nagasaki inauguró un monumento en su homenaje. El mismo se encuentra en el lugar de la masacre y a su lado se plantó una higuera mexicana en tierra llevada desde los montes de Guipúzcoa, en el País Vasco. Está realizado en granito y bronce con piedras rojas de Okayama, de donde era oriundo el hoy San Diego Kisai, y el diseño corresponde al arquitecto Kenji Imai. El novelista japonés Shüsaku Endö recreó en su obra “Silencio” lo relacionado con la persecución de entonces a los cristianos y, sobre la base de aquella, se filmó la película “Silence”. (Fernando Del Corro)
Nenhum comentário:
Postar um comentário